El origen de los óleos benditos

biblia

Los óleos benditos, también conocidos como santos óleos, tienen su origen en la tradición judeocristiana. En la actualidad se siguen utilizando en la Iglesia Católica y en la Iglesia Ortodoxa en diversos sacramentos. Los santos óleos usados en el catolicismo son tres:

El santo crisma: Usado en ordenaciones, confirmaciones y bautizos.

El óleo de los Catecúmenos: usado para administrar el sacramento a los que están preparándose para el bautizo.

El óleo de los enfermos: usado en el sacramento de la unción de los enfermos, en el cual un sacerdote signa con el óleo sagrado a un fiel por estar enfermo, en peligro de muerte o por su edad avanzada.  

Originalmente se aplicaba sólo a las personas que estaban en su lecho de muerte, posteriormente la explicación, significado, su forma de uso y aplicación evolucionó a través de los años. Cambió su nombre a unción de los enfermos y se puede administrar más de una vez, siempre que el enfermo se encuentre grave.

La aplicación de los santos óleos conforme a la religión católica es:

  • Un don particular del Espíritu Santo. La primera gracia es de consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o la fragilidad de la vejez. Es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fé, fortalece contra las tentaciones del maligno, como el desaliento y la desesperación.
  • El perdón de los pecados. Se requiere además el arrepentimiento y confesión de la persona que recibe el sacramento.
  • La unión a la Pasión de Cristo. Se recibe la fuerza y el don para unirse con Cristo en su Pasión y alcanzar los frutos redentores del Salvador.
  • Una gracia para la Iglesia. Los enfermos que reciben este sacramento, uniéndose libremente a la Pasión y Muerte de Jesús, contribuyen al bien del Pueblo de Dios y a su santificación.
  • Una preparación para el paso a la vida eterna. Este sacramento acaba por conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo como el bautismo había comenzado a hacerlo. La Unción del Bautismo sella en nosotros la vida nueva, la de la Confirmación nos fortalece para el combate de la vida. Esta última unción ofrece un escudo para defenderse de los últimos combates y entrar en la Casa del Padre. Se ofrece a los que están próximos a morir, junto con la Eucaristía como un “viático” para el último viaje del hombre.