A mi abuela

Una muerte bonita.

Lucha:

Todavía recuerdo aquellas tardes de invierno, en las que ibas por mí a casa, aquellas caminatas sobre aquel paseo con olor a pino me llenaba de emoción, llegar a tu casa y traspasar la pequeña puerta era como adentrarse a una guarida, sentirse salvo, subir al desván y mirar los cuadros a medio pintar, luces, sobras y colores daban forma a los lienzos sobre el caballete en espera de albergar vida, si, Lucha, así te llamaba eras mi abuela amada, que durante dos horas ibas a mostrarme tu esencia, principios, valores, tu forma de mirar el mundo y como expresarlo,  mi clase de pintura que se convirtió en rito, un tiempo de libertad y expresión, pero lo que más recuerdo es el delicioso café con leche que saboreábamos juntas al terminar mi clase, los años fueron pasando y te fuiste poniendo más viejita ¡Alzheimer! No se a bien si es una bendición borrar todas las memorias, buenas o malas, lo único que se es que la inocencia de tu mirada cada vez era mas brillante y que yo era tu nieta “la mas bonita” la salud te fue abandonando hasta que tu corazón se detuvo, no tenías expresión de dolor ni de cansancio, simplemente te vi satisfecha. 

Morir no tiene nada que ver con morir, porque mi antepasado vive en mí, mi esencia, costumbres, gestos y hasta el aspecto físico trasciende en mi cuerpo, sin embargo morir es regresar a la nada, a la ausencia de todo, al hermoso momento del inicio de la creación, en ti mi querida Lucha pude entrar en la conciencia de la muerte y entendí que la muerte es vida, porque vivir es dar lo mejor de mí para con los míos, porque entendí que algún día iba estar ahí en ese ataúd inmóvil, quieta sin opción, gracias abuelita Lucha por esa última lección, tu muerte despertó en mi el anhelo de vivir.

Psicóloga Olga Yolanda Vera Hernández.